La decisión de conceder arresto domiciliario al senador Erico Galeano, acusado de narcotráfico y lavado de dinero, ha dejado a la opinión pública en estado de shock. A medida que la noticia se propagaba por todo el país, la incredulidad y la indignación crece. ¿Cómo es posible que alguien imputado por crímenes tan graves pudiera disfrutar de la comodidad de su hogar mientras miles de paraguayos luchaban por llegar a fin de mes?
El suspenso se intensificó cuando se reveló que el cambio en la solicitud original de prisión preventiva provino del fiscal interino Néstor Coronel. Dos agentes fiscales habían pedido anteriormente la prisión preventiva, lo que parecía una medida justa y necesaria para el acusado de actividades ilícitas tan serias. Sin embargo, la decisión del juez de Crimen Organizado, Gustavo Amarilla, de admitir el pedido de arresto domiciliario dejó a todos con una pregunta en mente: ¿qué motivó origino éste cambio de rumbo en la justicia?
Los ciudadanos nos preguntamos si había algo más detrás de esta misteriosa decisión. ¿Había influencias políticas o económicas que estaban socavando la justicia? o es mucho dinero que corre? El debate en el Congreso de la República, al que el senador Galeano se dirigía, prometía ser tenso y lleno de interrogantes. La nación estaba dividida entre aquellos que creían en la integridad de la justicia y aquellos que sospechaban de maniobras oscuras en las altas esferas del poder.
Esto dejó un amargo sabor en la boca de muchos paraguayos, quienes vieron esta situación como un reflejo de la corrupción y la falta de transparencia que afectan a su país. La confianza en las instituciones judiciales y políticas se encontraba en un punto crítico, y la sociedad exigía respuestas y rendición de cuentas.
La historia del senador Erico Galeano y su misterioso arresto domiciliario se había convertido en un símbolo de los desafíos que enfrenta Paraguay en su búsqueda de una justicia imparcial y un sistema político honesto. Y con su «partidito de futbol» en Mburuvicha Rogá nos envía un mensaje el gobierno. Un recordatorio sombrío de que, a veces, el suspenso de la realidad puede superar con creces cualquier trama ficticia.
