Frente al penal regional de Ciudad del Este, un tanque de guerra ha sido parte del paisaje durante años, supuestamente para reforzar la seguridad y disuadir intentos de rescate. Sin embargo, ha salido a la luz que esta máquina bélica no solo no está operativa, sino que ni siquiera cuenta con una batería para su funcionamiento, transformándose en un simple adorno.
La evidencia de la inoperatividad del tanque fue confirmada cuando el director del penal, Benjamín Ozuna, publicó en redes sociales la donación de una batería para que los militares pudieran poner en marcha la envejecida máquina. Aún con esta acción, queda la duda de si el tanque está en condiciones mecánicas para actuar en caso de una emergencia y si posee municiones para repeler un posible ataque.
A pesar de la presencia de más de 10 militares que vigilan diariamente la entrada del penal, la realidad parece ser que tanto ellos como el tanque de guerra sirven más como elementos decorativos que como efectivos recursos de seguridad. El tanque, con un operador que frecuentemente está más pendiente de su teléfono que de su entorno, refuerza esta impresión de inutilidad, dejando serias dudas sobre su capacidad para actuar ante una eventual amenaza.
